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America’s Cup, un poco de historia

Corría el año 1851 cuando se disputó la primera edición en la inglesa isla de Wight. Llegados desde Estados Unidos, el sindicato encabezado por John Cox Stevens apalizó con su América a una nutrida flota de 15 barcos británicos.

Tras vender su barco, el sindicato de armadores donó trofeo al New York Yacht Club a través del Deed Of Gift of the America’s Cup (Carta de Donación de la Copa del América), especificando que este se mantendría en fideicomiso como un trofeo de desafío perpetuo para promover la competencia amistosa entre las naciones.

No fue hasta 1870 que el británico James Lloyd Ashbury, magnate del ferrocarril, presentó el primer desafío al club norteamericano, en que fue derrotado. Repitió su intento en 1871, en un desafío al mejor de 7 pruebas, que perdió de nuevo 4-1.

Se sucedieron una serie de infructuosos desafíos canadienses y británicos hasta que, en 1899, comienza la era del intrépido empresario irlandés Sir Thomas Lipton, quien lanzó cinco desafíos consecutivos entre 1899 y 1920 con la mítica saga de sus cinco barcos Shamrock.

En 1930 se traslada la sede de la regata desde Nueva York a Newport y se regula el barco a la mítica Clase J, que solo pudo disputar tres ediciones debido a la II Guerra Mundial.

Se produjo un largo parón, hasta que en 1958 empezó la era moderna de la America’s Cup,

El barco pasó a ser la Clase 12 Metros Internacional de menos tamaño y más asequible, propiciando la proliferación de participantes, tanto defensores estadounidenses como desafiantes extranjeros, gracias a que en la edición de 1970 el NYYC decidió crear una serie clasificatoria para los Challengers.

Entre ellos el australiano Alan Bond, quien lanzó sin éxito tres desafíos consecutivos (1974-1977-1980), hasta que a la cuarta fue la vencida, y por primera vez Estados Unidos perdía la America’s Cup en 1983, cuando se impuso 3-4 con su polémico Australia II de revolucionaria quilla alada al defensor Liberty, patroneado por Dennis Conner. En esa edición, Louis Vuitton empezó a patrocinar las series clasificatorias de los aspirantes.

Tras ganar la serie entre los ¡¡13 aspirantes!!, Conner recupera la Copa en 1987 con su mítico Stars & Stripes, en la prueba disputada en las australianas aguas de Fremantle, frente al defensor australiano Kookaburra III. Esta vez fue el sindicato neozelandés Kiwi Magic, el que iba a revolucionar tecnológicamente la competición con un barco construido en fibra de vidrio.

Anticipándose al hecho de que Conner publicase el Protocolo de su nueva defensa, el banquero neozelandés Michael Fay le cogió por sorpresa lanzando un desafío que, tras litigios en los tribunales de Nueva York, se disputó bajo el Deed of Gift en 1988. Conner armó un catamarán de 40 pies con una vela ala para enfrentarse al, en aquella época, gigantesco monocasco de 72 pies de eslora de Fay bautizado New Zealand, que no tuvo ninguna oportunidad de vencer al multicasco norteamericano.

En 1992 empieza en San Diego una nueva época dorada con la llegada de la regla IACC y, por vez primera, el desafiante que disputaba el match final no era de un país angloparlante, gracias al buen hacer del italiano Moro di Venezia armado por el tristemente desaparecido magnate Raul Gardini.

En la siguiente edición de 1995, Russell Coutts inicia el camino victorioso del Team New Zealand organizado por Peter Blake, derrotando con su Black Magic a Dennis Conner, quien para la final cambió su Stars & Stripes usado en la calificación de los defenders por el más veloz American Young.

En el año 2000, TNZ defendía en Auckland la tan deseada Copa con éxito ante el italiano Prada, en la primera edición de la historia sin un equipo norteamericano en la gran final.

Y en 2003, el suizo Bertarelli rompía la baraja al fichar para su Alinghi a los 5 tripulantes claves del equipo neozelandés y a parte de su equipo técnico, artífices de las dos últimas victorias de TNZ. Adoptaron la residencia suiza y derrotaban a sus “compatriotas” neozelandeses, en medio grandes polémicas y tensiones, al ser considerados en su país unos mercenarios traidores.

Valencia 2007 suponía el regreso de la America’s Cup a Europa, y la primera edición que se disputaba en aguas distintas al país del Defender, al carecer Suiza de aguas en mar abierto.

Alinghi se impuso a Team New Zealand en una ajustada final, sin Russell Coutts a bordo tras desavenencias económicas con Bertarelli. El Desafío Español se postuló como Challenger of The Record, pero al inscribirlo bajo un club náutico “fantasma” permitió que Larry Ellison lo impugnase en los tribunales de Nueva York y desafió al equipo suizo bajo el Deed of Gift.

Ellison, que fichó a Russell Coutts tras concluir su contrato con Alinghi, armó un impresionante trimarán equipado con una vela ala que dejó sin opciones al más pequeño y ligero catamarán Alinghi en 2010.

En San Francisco 2013 se escribió una nueva página tecnológica de la America’s Cup, al disputarse con catamaranes de 72 pies dotados de velas alas y foils. Team New Zealand sorprendió a sus rivales con un barco capaz de volar fácilmente en las ceñidas, y tomó una rotunda ventaja en la final con un marcador parcial de 1-8, pero el defensor Oracle culminó una gesta histórica al vencer ocho regatas seguidas hasta ganar 9-8 a los neozelandeses.

Ellison se llevó la defensa a Bermuda en 2017, donde compitieron de nuevo catamaranes voladores, aunque esta vez reduciendo repentinamente su eslora a 50 pies, lo que molestó al equipo italiano Luna Rossa y abandonó su desafío. De nuevo, Team New Zealand sorprendía a sus rivales incorporando un sistema de accionamiento de los winches a pedales, siendo capaces de generar más potencia que con los tradicionales pedestales manuales, que contribuyó a su aplastante victoria por 1-8 frente al equipo de Ellison.

La última edición disputada en Auckland suponía un reto para el CEO del equipo TNZ Grant Dalton, que debía evitar a toda costa repetir una humillante derrota en sus aguas como sucediera en 2003. Una vez más, la final no contó con un equipo norteamericano, siendo la oportunidad de vencer al defensor para el italiano Luna Rossa que, pese a un buen inicio, poco pudo hacer para competir contra un rival más veloz.